Muy pocas personas llegan a conocer el secreto del no hacer y permitir que las cosas ocurran. Si quieres grandes cosas, cosas que están más allá del pequeño alcance de las manos humanas, de la mente humana, de las habilidades humanas, tendrás que aprender el arte de no hacer. Yo lo denomino meditación. Es un problema, porque en cuanto le pones un nombre la gente empieza a preguntar cómo “hacerlo”. Pero no puedes porque la misma palabra “meditación” crea la idea de hacer. Son personas que han hecho un doctorado, que han hecho mil cosas, cuando oyen la palabra “meditación” dicen: “Pues dinos cómo se hace”.
Sin embargo, la meditación alude fundamentalmente al principio del no hacer, relajarse, dejarse llevar por la marea; limitarse a ser una hoja mecida por la brisa, o una nube que se mueve con el viento. Nunca le preguntes a una nube: “¿Adónde vas?”. Ni siquiera ella misma lo sabe; no tiene dirección, no tiene destino. Estaba yendo al sur, pero si el viento cambia, irá hacia el norte. La nube no le dice al viento: “Esto no tiene ni pies ni cabeza. Estábamos yendo hacia el sur y ahora vamos hacia el norte. ¿Qué sentido tiene?”. No, simplemente empieza a moverse hacia el norte tan fácilmente como se estaba moviendo hacia el sur.
A ella le da igual norte, sur, este u oeste. Simplemente se mueve con el viento, sin ningún deseo, sin ningún objetivo, sin tener que llegar a ningún lugar; simplemente disfruta del viaje. La meditación te convierte en una nube; una nube de la conciencia. No hay ningún objetivo. No le preguntes nunca a un meditador: “¿Por qué meditas?”. Esa pregunta no tiene ninguna importancia. La meditación es en sí misma tanto el objetivo como el camino. Lao Tsé es una de las figuras más importantes en el terreno del no hacer.
Si se escribiera bien la historia, debería haber dos tipos de historia. La historia de los hacedores, que incluye a Gengis Kan, Tamerlán, Nadir Shah, Alejandro Magno, Napoleón Bonaparte, Iván el Terrible, lósiv Stalin, Adolf Hitler, Benito Mussolini; todas estas personas pertenecen al mundo de la acción. Y debería haber otra historia; una historia más amplia, una historia real, de la conciencia humana, de la evolución humana. Esa es la historia de Lao Tsé, Chuang Tsé, Lieh Tsé, Gautama Buda, Mahavira, Bodhidharma; un tipo de personas totalmente diferentes.
Lao Tsé halló la iluminación sentado bajo un árbol. Una hoja empezó a caer; era otoño y no tenía prisa; la hoja empezó a descender en zig-zag mecida por el viento, lentamente. Él contempló la caída de la hoja. La hoja se posó en la tierra, y mientras contemplaba cómo caía la hoja y cómo se asentaba en el suelo, algo se asentó en él. Desde ese momento se convirtió en un no hacedor. Los vientos vienen por sí solos, y la existencia se ocupa de todo.